Leoncio Martínez |
Balada
del preso insomne
Estoy pensando
en exilarme,
en irme lejos de
aquí
a tierra extraña
donde goce
las libertades
de vivir:
sobre los
fueros: hombre-humano
los derechos:
hombre-civil.
Por adorar mis
libertades
esclavo en
cadenas caí:
aquí estoy
cargado de hierros,
sucio, famélico, cerril,
enchiquerado
como un puerco,
hirsuto como un puerco-espín.
Harto en el día
de tinieblas
asomo fuera del
cubil
bien la cabeza,
bien un ojo,
bien la punta de
la nariz;
temeroso de un
escarmiento,
encorvado,
convulso, ruin,
—como ladrón que
se robase
solo el reflejo
de un rubí—
por mirar
brillando en el patio
el claro sol de
mi país.
II
¡Sol para
iluminar ensueños
de vastos campos
sin confín,
del cielo
abierto a la esperanza
de las alas
tendidas. Y
aquí alumbra
torvas miserias,
venganzas
crueles, odio vil
y un dolor que
no acaba nunca
ante otro dolor
por venir...
¡Oh la bendita
tierra extraña
donde nadie sepa
de mí!,
a donde llegue
de atorrante
sin ambiciones
de Rothschild
con la mediocre
burguesía
de que me dejen
existir!
Hablaré mal en
otro idioma,
comeré bien
otros menús,
y alguna tarde
arrellanado
en mi sillón de
marroquín,
viendo a través
de los cristales
un cielo de
invierno muy gris,
pensaré en los
muertos amados,
en los amigos
que perdí,
en aquella a
quien quise tanto
con la vesania
juvenil
de cuando
iluminó mis sueños
¡ el claro sol de mi país!
III
Estoy pensando
en exilarme,
me casaré con
una miss
de crenchas
color de mecate
y ojos de
acuático zafir;
una descendiente
romántica
de la muy dulce
Annabel Lee,
evanescente en
las caricias
y marimacho en
el trajín,
y que me adore
porque soy
tropical cual
mono tití...
que me pregunte
ingenuamente
—¡y yo no la
habré de desmentir!—
cómo es cierto
que en Venezuela
los coches de la
gente chic
los tiran
parejas de tigres,
de tigres
«tamaños así...»
(y la altura de
un elefante
marcará su mano
pueril).
¡Qué fantasías
desarrolla
el claro sol de
mi país!
IV
Mis hijos han de
ser gimnastas
con el ímpetu
varonil
de quien tiene
libres los músculos
libres el pensar
y el sentir,
pues nacerán en
tierra extraña
y no en la
tierra en que nací;
y mis nietos,
gigantes rubios,
de cutis de
cotoperiz,
bíceps y
espíritus de atletas
con volubilidad
infantil,
puede que sí se
me parezcan,
tal vez tengan
algo de mí:
la realidad de
mis ensueños,
la mentira de mi
sufrir.
¡Pero en vano entre sus cabellos
hundiré mi mano
febril,
echaré hacia
atrás sus cabezas
y buscaré, sin
conseguir,
en el fondo de
sus miradas
el claro sol de
mi país.
V
Y cuando ya,
siempre extranjero,
descanse más
libre por fin,
y tenga lo que a
mí me niegan:
la libertad del
buen dormir,
en un cementerio evangélico,
cubierto por el
cielo gris,
allá que no hay
flores al año
sino una vez,
mayo o abril,
a falta de la
cruz de té,
del nardo, la
rosa o el lys,
colocarán sobre
mi tumba,
grabado a rasgos
de buril,
un versículo de
la Biblia
o algunas
coronas de zinc.
Y ya muchos años
más tarde,
muy cerca del
año 2000,
mis nietos
releyendo las fechas
de mi muerte y
cuando nací,
repetirán lo que
a sus padres
cien veces
oyeron decir:
—¡y le darán
cierta importancia!—
«el abuelo no
era de aquí,
»el abuelo era
un exilado,
»el abuelo era
un infeliz,
»el abuelo no
tuvo patria,
»no tuvo
patria... ¡Y ellos sí!
VI
¡Ay, quién sabe
si para entonces,
ya cerca del año
2000,
esté alumbrando
libertades
el claro sol de
mi país!
Balada de un preso insomne fue escrito en la cárcel de La Rotunda,
Caracas, 1920, por Leoncio Martínez
(Caracas, 22 de diciembre de 1888- 14 de octubre de 1941): humorista,
periodista, dramaturgo, caricaturista, compositor, poeta y publicista.
Estuvo encarcelado, en varias ocasiones, por sus
frecuentes críticas a los gobiernos de Juan Vicente Gómez y Eleazar López
Contreras.
Tomado de: Web. 21 marzo 2015.
http://200.11.241.20/archivos/00011420120914111116-BaladadelpresoinsomneLeo.pdf
Publicado por: Libia Kancev D.
Caracas, 21 de marzo de 2015.