martes, 9 de abril de 2013

IDA GRAMCKO

Ida Gramcko 

“ [El] Espacio es puente en que las cosas traban/
su antigua relación y su embeleso./

Ida Gramcko en su juventud 



























Ida Gramcko: (Puerto Cabello, 1924-Caracas, 1994): poeta, filósofa, ensayista, dramaturga, cuentista, periodista, profesora universitaria. Sus padres fueron: Enrique Gramcko Brandt y Elena Cortina de Gramcko.

En 1939, los Gramcko se mudan a Caracas, estableciendo su vivienda en el Paseo Los Rosales. En 1948 es nombrada embajadora en la Unión Soviética (durante el gobierno de Rómulo Gallegos). En 1968, egresó como Licenciada en Filosofía de la  Universidad Central de Venezuela (UCV)  y llegó a ser profesora de la misma Institución en la cátedra de Literatura, también de la misma asignatura en el Instituto Pedagógico de Caracas (IPC)  y de Filosofía en el Centro de Arte Gráfico (CAG).

En los años ochenta, dicta talleres de poesía en el Celarg (Solaeche).
Ida Gramcko no formó parte de ningún grupo literario en particular, pero acostumbraba a reunirse con su hermana Elsa, el esposo de ésta, Carlos Puche, Elizabeth Schön, Antonia Palacios, Alfredo Silva Estrada, Sonia Sanoja y Roberto Guevara: “Las peñas se dan en casa de Antonia, Elizabeth o de Elsa. Sin embargo, `los encapillados` se fueron disgregando. Muchos emigraron a París y siguieron sus reflexiones por carta” (Bustamante Lectores en la red.).

Tiempo después, la poeta empieza a frecuentar los cafés de Sabana Grande,  acompañada por amigos como Oswaldo Trejo, Silva Estrada, William Niño, Sonia Sanoja y otros (Bustamante).

En 1985, muere su único compañero de vida, el periodista español, José Domínguez Benavides, apodado “Bena”. En 1994, muere su hermana Elsa. Ambas muertes fueron muy sensibles para Ida.

Dentro de los premios recibidos por su labor literaria se cuentan: el premio de la Asociación Cultural Interamericana”, con el libro Umbral (1941), el premio “José Rafael Pocaterra” en Poesía (1961); el premio Municipal de Poesía (1962) y  el Nacional de Literatura (1977),  entre otros reconocimientos.

En 1959, la poeta padece un “quiebre” psíquico que, al parecer, ya no la abandonaría.

Entre sus obras poéticas están: Umbral (1941-2); Cámara de Cristal (1944); Contra el desnudo corazón del cielo (1944); La Vara Mágica (1948); Poemas (1952);  Poemas de una psicótica (1964); Lo máximo murmura (1965); Solo y soledades (1966); Este canto rodado (1967, prosa y poesía); Salmos (1968); Los estetas, los mendigos, los héroes (1958-1970); Sonetos del origen (1972); La andanza y el hallazgo. Antología (1972); Quehaceres, conocimientos, compañías (1973); Salto Ángel (1985); Obras escogidas (1988); Treno (1993).

Gramcko tuvo gran influencia de las lecturas del Siglo de Oro español (Solaeche).

El universo temático de esta autora incluye a: el sueño, la angustia, la paz, la muerte, la fe, la esperanza, la totalidad,  los niños desvalidos.

Recepción de su obra: realmente desde muy joven, Ida fue reconocida como poeta. Cuando apenas tenía trece años, llegó a publicar poemas en  periódicos regionales como El Unare (Zaraza) y El Carabobeño (Valencia). Utilizó el seudónimo de Diana del campo. Con 16 años, Andrés Eloy Blanco, “asombrado por su dominio del lenguaje”, le dedicó un poema titulado “Lamento y gozo del destino lírico”, como preludio de lo que sería su carrera (Bustamente).


No tenemos a mano, “Lamento y gozo del destino lírico” , sin embargo, tuvimos la ocasión de escucharlo y realmente, dicho poema, no sólo refleja lo que sería la grandeza poética de Gramcko sino la finura perceptiva de Andrés Eloy Blanco.  


Con el poemario Vara Mágica, Gramcko logra la admiración de Don Mariano Picón Salas. En la Vara…, la autora reflexiona sobre las relaciones entre historias infantiles, y es traducido al francés y al ruso (Solaeche).

Dentro de otros pronunciamientos críticos en relación a la poética de Ida Gramcko, tenemos las posturas de:

Alfredo Silva Estrada (1933-2009)  quien, en el prólogo de las obras escogidas (1988) de Gramcko escribió:

Esta orfebre, esta artesano exuberante, esta arquitecto del lenguaje, esta tejedora agilísima trenza y destrenza, entreteje conceptos, pensamientos, sentencias, definiciones primigenias, imágenes, metáforas, símbolos, integrando discursos insólitamente ritmados, construcciones únicas dentro del panorama de nuestra más alta poesía (…) La poesía de Ida Gramcko supone, fiel a su fundamentación conceptual, una violencia sobre la realidad, sobre las apariencias: irrupción abrupta, sacudimiento de lo real, ensanchamiento de mundos (ctd en Solaeche).

Por otra parte, Luis Alberto Crespo (Carora, 1946) escribió “[Ida Gramcko]  la gran dama del verbo poético, la gran dadora del más alto brillo verbal” y agregó, también él ,en un “estilo” profundamente poético:

Si la inteligencia, si el orden y la vigilia, que dispensara a la creación poética, le negaba siquiera el destello de un vocablo, una sílaba que la avisara de algún precario reino en el decir, no importa cuánta palabra pudiésemos tardar en nombrar la muerte, entonces, callar con tierra en la boca, con oscuridad de afuera y de adentro, es casi –¿quién lo objetaría?– una efeméride o una fiesta triste (Letras ccs).

Mientras que, Rafael Arráiz Lucca (Caracas, 1959) expresó:

Poesía que surge como de los pantanos del delirio y busca la difícil claridad, pero no a través del conducto de la claridad misma, sino del intrincado crucigrama del caos y de las palabras. Experiencia de la oscuridad en la aventura de la búsqueda de la luz (ctd en Solaeche). 


Veamos algunos poemas de Doña Ida Gramcko:


ATIENDA AQUEL QUE DIJO


hallar dicha y sosiego
en un sueño beatífico y tranquilo;
atienda a lo que digo y lo que creo.
¿Sabes, nocturno amigo,
a qué cosa en verdad llamamos sueño?


Habla sobre “hallar dicha y sosiego” en un sueño. Pide ser escuchada en lo que dice y cree. Y pregunta sobre lo qué es realmente el sueño.

Atiende, hermano mío,
sin pena y sin recelo,
yo, que he soñado, yo, que no he dormido,
te pregunto sin voz desde mi lecho:
¿crees que el sueño protege del abismo, 
rescata del asalto y del incendio? 


En paradoja, expresa la poeta que ella ha soñado aunque no ha dormido.
¿Será el sueno una protección contra los males?

Yo, soñadora inmóvil, no he creído 
en mi rostro apacible cuando duermo. 
Lucho soñando, sórdida, conmigo, 
con un pájaro extraño, con el viento,
con un agudo y afilado pico 
que me horada las sienes y el cerebro 
y dejo sangre en el cojín y heridos
flotan ardiendo, aullando, mis cabellos.


La poeta tiene sueños terribles y, por ello, no puede creer en su “…rostro apacible…” cuando duerme. Sueña “con un pájaro extraño,…/ con un agudo y afilado pico/que me horada las sienes y el cerebro”/. Y el sueño se constata con una descripción alucinacinatoria ”y dejo sangre en el cojín y heridos/ flotan ardiendo, aullando, mis cabellos”/

Soñador y sonámbulo es lo mismo.
Se va entre nieblas, huérfano.
¿Quién hiló las almohadas? ¿El olvido?
La mano movediza del recuerdo
con un sombrío ovillo
y tejió la crisálida del lienzo
con una larga víbora de lino
que se enrosca en el alma y en el cuerpo.
Atienda aquel que alguna vez me dijo
hallar quietud seráfica en el sueño;
atienda a mi creencia, a mi pregunta, 
que es la de todo soñador despierto. 


Critica a quien alguna vez le dijo que el sueño era tranquilizador

Creo en mi corazón, su llama oculta 
bajo las sábanas, ardiendo. 
Creo en mi sangre muda 
corriendo como un río del infierno. 
¿Cree alguien en la calma de las tumbas, 
en la paz de los muertos? 
Quieren creer... ¡No lo han creído nunca! 
Descansa en paz, sólo es un gran deseo. 
Descansa en paz, pero la paz no escucha;
descansa en paz, pero el descanso es ciego. 
La muerte, insomne, mira hacia la lucha 
y el sueño es el más íntimo desvelo. (Solaeche Ida Gramcko…).

Se expresa aquí una tremenda angustia. La poeta no duda de lo que siente, de lo que cree “ver” y piensa que no hay descanso. Interroga: “¿Cree alguien en la calma de las tumbas/ en la paz de los muertos?” Y agrega  ”Quieren creer…¡No lo han creído nunca!”/. No cree que haya posibilidad de descanso, decir “Descansa en paz, sólo es un gran deseo.”/ El sueño para nada resulta tranquilizador. No hay salida para la angustia. 

(Poemas, 1952).

CEMENTERIO JUDÍO (PRAGA)

El orden sufre, lo transido acaba,
todo está en blanco, en doncellez, suspenso,
todo está en ave en formación, en ala
aún no rendida a la embriaguez del viento.


Expresa la poeta que, el orden es sufriente y lo metaforiza en la formación (ordenada) de las aves, de una ave, cuyo movimiento de su ala no se altera por los vaivenes del viento” todo está en ave en formación, en ala/ aún no rendida a la embriaguez del viento”//


A la impaciencia virginal que aguarda
le va creciendo en derredor un lecho
nacido entre residuos que trabajan 
con trizaduras de ámbito y de cuerpo.
Destino manifiesto en amenaza,
flecha que se dispara desde un resto.
El yo, en caída vertical, señala
un nuevo rumbo entre su añico recto.


Una “impaciencia virginal” parece tener un destino oscuro.

La sombra de una faz entra en el alba
como en un rostro sin tocar y abierto.

La nueva cuna se descubre en lápida
que mece un canto maternal, terreno.
maternidad primera y subterránea
labrando el fruto en el hervor del hueso,
madre cautiva y tutelar que engaña
cubriéndose el jardín con un desierto
de vida individual que luego salva
del hombre, del sepulcro y del espectro.
Madre profunda que los nombres cambia
y toca un surtidor en un cabello,
y dice lluvia cuando ve una lágrima
y llama rosa a lo que fue un cerebro.
Cuando yo digo: falta,
ella pronuncia: acervo.


¿Una madre que perdió a un hijo pero que lo conserva en su memoria o en sus actos cotidianos como una forma de seguir adelante?


Si un hombre besa rostros que se apagan,
besando está lo personal, lo muerto,
pero ella esquiva rostros como máscaras
y se dispone al infinito beso,
aquel que liga el coágulo y la savia
en primitivo y cálido concierto.


“Si un hombre besa rostros que se apagan,/ besando está lo personal, lo muerto,”/. Un hombre que besa un rostro apagado, es como besar algo muerto pero, la mujer no está muerta sino que utiliza máscaras.

Bajo los pies no hay muerte sino entraña,
arcilla en gestación y advenimiento
de nueva flor que antes de abrir prepara
y nutre abajo el despertar enhiesto.
El cráneo ya no lo es sino sustancia, 
pierde un escombro su sentir deshecho, 
juntos coinciden en la comba, irradian
la misma luz de anillo en el encuentro.
Crece la comba en globo, planetaria,
de la ascendente gravidez, y el cielo
mira la tierra maternal que agranda
hora tras hora el círculo y el huevo
donde se empolla un hombre con su larva
como si fuera un mínimo lucero.


En la tierra hay “entraña”. Cosas por aparecer que antes se preparan bien “arcilla en gestación y advenimiento/ de nueva flor que antes de abrir se prepara…”/ El cráneo (¿del niño muerto?) se transforma en sustancia y la alegría obtiene un punto a su favor “El cráneo ya no lo es sino sustancia, /pierde un escombro su sentir deshecho,”/  y se abren las posibilidades de un renacer estableciéndose un símil entre ese renacer, la maternidad, la vida en La Tierra.

"Este era un hombre. Concluyó." Y no basta.
El epitafio culminó en recelo.
Su historia avanza en árbol y en fragancia.
El hombre nunca dijo: aquí me quedo.
Dijo: aquí dejo mi emoción exhausta 
como una rosa ajada sobre el fuego.
Aquí, ante el muro gris, frente de nada
o acaso de inasible pensamiento,
la certidumbre corporal se exhala
en torno, indefinible, como incienso.
Contorno movedizo que se apaga,
brasa quemada en último arabesco.


Pero el hombre (que a futuro sería) no sólo se quedó en esa tierra, se expandió ”en torno, indefinible, como incienso /Contorno movedizo que se apaga,/brasa quemada en último arabesco.”/

Ya no sustenta este perfil que horada
aún como ayer la brisa sin sustento, 
ya no conforma la invisible llaga
que abren las uñas en el aire abierto,
defensa de una carne que me clava
erecto sobre el túmulo indefenso.
Ya no hay consuelo en la visión esclava
de una mirada que flotó en lo incierto:
formas transidas de ansiedad, mortajas
con que vestí de humanidad mi aliento.

¡Este es mi otoño! En vívida cascada
de hoja mortal e inútil, me desprendo.
Hambre de siglos ávidos me aguarda
desde una fosa en terrenal vocero.
No hay nada que explicar. Hay sólo instancia,
ayuno alerta en insistente ruego;
el cuerpo se despide en su migaja
igual que un pan a orillas del hambriento.
Pensar que sólo soy memoria hallada,
tiempo debido a un invisible dueño
que, inédito, en la sombra me buscaba
como una frente lúcida a un recuerdo. 
Siéntome dentro de una inmensa dádiva,
todo el ambiente en torno es como un gesto
de manos extendidas que levantan
y ofrecen mi criatura entre sus dedos.


Se refiere a la muerte en la que el “Hambre de siglos ávidos me aguarda/desde una fosa terrenal vocero/…el cuerpo se despide en su migaja…/Pensar que sólo soy memoria hallada,/ tiempo debido a un invisible dueño”/. Pero, a su vez, hay una alegría, una especie de gozo “Siéntome dentro de una inmensa dádiva,/ todo el ambiente en torno es como un gesto/ de manos extendidas que levantan/ y ofrecen mi criatura entre sus dedos”/

La tierra pide a todo una añoranza
y todo se lo da en remordimiento.
La soledad que por el hombre, ufana, 
devino en gala fácil y ornamento, 
erguida en su erosión como una alhaja
y hallando cofre y mano como cerco,
desaparece en la humildad que exclama
ya en su misión de semen e instrumento:
yo vine aquí como mujer, yo estaba
en mi femineidad como en fragmento.

Hubo una historia enorme con su fábula
para tan pobre y miserable objeto:
el grito de una mano entre la brasa;
notábase el clamor y no el incendio.
¡Ay!: era el hombre, pero el mundo abarca
ese alarido que hoy es más, engendro
de hogueras que se cruzan y avalanchas
de una escalera en caracol, subiendo
alígera, impalpable, entre barandas
de huesos que une un forjador eterno.

Hay sólo un mártir nítido, el fantasma;
cede un prestigio al levantarse un velo,
la pompa del racimo se desgarra
y se desborda el río prisionero.
Veste, para la túnica inmolada
no hay ya el reposo de tu piedra, un ceño
fluye de cada pliegue y se dispara
por cada arruga en manantial disperso. 
Anda la vida libre y sin mordaza
de piel ceñida a un hontanar violento.
Lugar donde nacen manantiales y fuentes:
Espacio es puente en que las cosas traban
su antigua relación y su embeleso.
Continuación feliz de la muralla 
en un semblante atónito y despierto,
fraternidad de la pared y el ansia,
sienes de cal con pájaros adentro.

Dos comisuras se abren, la ventana,
entre las que sonríe el universo.
Una clausura brota como rama
de la que pende un nuevo nacimiento.
Sangra un tumor, la rosa, y se desangra
en carne de otro mundo descubierto. 
Todo retorna en despertar e infancia
como después de un minucioso sueño.
La forma humana, con terror de náufraga,
hoy vuelve, aullando, como un mar devuelto
que alza y remueve el mástil y las anclas
como ávidas raíces en ascenso
dejando atrás los árboles. Y avanzan
barcos llorando lianas en su esfuerzo
hacia la primavera de las aguas.
Surge un saludo, un abanico abierto.
Mana una fuente en ascensión confiada
a quien la muerte le rindió el silencio.
Capullos de olas se abren sin nostalgia
sobre ondas de un teclado resurrecto.
Sin ruido va el fragor, entre alborada.
La aurora siempre es un callado estruendo.



Luego, tenemos un poema sin título:

Lo máximo murmura
Si he sido fiel al colmo compartido
de lo divino, si desamparada
el amparo esencial he mantenido
esta máxima y diáfana morada;
si en el dolor, de su inmutable nido
_colmena de una miel honda y dorada
donde brilla, lejana del sentido,
luz de esencial y única alborada_
no dudé y su fervor he sostenido
pese a estar triste, pese a estar turbada
por el miedo a la duda, y si he sentido
lo total, padeciendo más callada,
si me alcé sobre el grito y su estallido
como entera confianza delicada,
si no he visto y en lo único he creído
y soy la fe más bienaventurada,
¿puedo esperar lo que yo anhelo? Pido
sabiendo que mi voz será escuchada,
como se escucha un manantial sin ruido.
En esta unión altísima y sagrada
se oye la claridad y no el sonido,
se escucha el resplandor de la cascada.

Poemas de una Psicótica

Poema inmensamente triste. La poeta no duda de que obtendrá alivio “no dudé y su fervor he sostenido/ pese a estar triste, pese a estar turbada/ por el miedo a la duda, y si he sentido/lo total…”/ Tal vez, la poeta no duda de que sanará, bajo una  creencia religiosa. Por otra parte, ese no dudar, eso total es característico de la enfermedad psicótica. La poeta pide “…sabiendo que mi voz será escuchada,”/, sin embargo, “como se escucha un manantial sin ruido./. Concluye el poema con unos versos que traducen imágenes sinestésicas, en este caso, la mezcla de la audición con la visión y no con el propio sonido y luego se “oye” una visión “se oye la claridad y no el sonido, /se escucha el resplandor de la cascada”/

(otro sin título))

Quisiera preguntarle a estos rumores
que bullen como alivio, como un ruido
de sedoso aldabón sobre las flores,
si siempre yo he de ser como lo he sido,
capaz de rudos rumbos y rigores,
Si siempre, denso, denso y desvalido,
ha de vivir el alma en alcores
donde cada gestar cuesta un gemido
donde siempre mis ímpetus pastores
conducen un rebaño sacudido
por áspero y oceánicos temblores,
si nunca ya en mi ámbito y mi ejido
podré sembrar remansos, ruiseñores,
que un precio de pasión no hayan tenido.  (Solaeche, Ida Gramcko…)


(Sonetos de origen, 1972)

La poeta quiere saber. Desea preguntar “…a estos rumores/ que bullen como alivio, como un ruido…”/ “si siempre yo he de ser como  lo he sido,/ capaz de rudos rumbos y rigores,/. Quiere saber si su alma vivirá siempre en una colina, donde “cada gestar cuesta un gemido”, donde sus deseos de serenidad estarán alterados “por áspero y oceánicos temblores”, si más nunca podrá tener calma en su espacio, su hogar, para poder “…sembrar remansos,  ruiseñores”/ (¿escribir?) impulsados por una  pasión perenne. 

COMPAÑÍA

Hay niños mudos en el mundo.
Hay niños ciegos en el mundo.
Hay niños sordos en el mundo.
No todos los niños pueden tener palabras, paisajes y
campanas sonando. Entonces, hay que detenerse un momento,
dejar el juego, el balón, el bullicio, y contemplar las
montañas, el mar, el oro del maíz para que se produzca
en nosotros un cálido silencio comprensivo.
Y hay que extender la mano suavemente, colocar un regalo
-no importa la envoltura ni el color del juguete-,
colocar un regalo sedoso o tintineante entre sus manos.
Y hacerlo con ternura. Inventaremos la caricia.
Así, habremos acompañado a esos niños.
(Gramcko, La parada poética)

Quehaceres, conocimientos, compañías (1973)

¿Qué decir de” Compañía”? Sólo se me ocurre: un poema sencillo, que trasmite un extraordinario sentimiento de solidaridad hacia los niños mudos, ciegos y sordos. La poeta propone un hacer que implica la invención de “la caricia” y un “acompañamiento” a esos niños. ¡Nada más y nada menos!

Textos citados

Bustamente, Y. “Ida Gramcko”. Lectores en la red   Web. 5 marzo 2011. 28 marzo 2013. http://lectoresenlared.blogspot.com/2011/05/ida-gramcko.html

Crespo, Luis A. “Ida Gramcko sin palabras”. Letras ccs. Web. 12 nov. 2011. 28 marzo 2013. http://www.ciudadccs.org.ve/wp content/uploads/Letrasccs121111.pdf

Gramcko, I. “Compañía”. La parada poética. Web. 23 marzo 2012. 25 marzo 2013. http://laparadapoetica.blogspot.com/2012/03/ida-gramcko-compania.html.

Solaeche G., María C.,IDA GRAMCKO: “Déjame suspendida en el espacio entre los vientos firmes”. Web.  9 octubre 2012. 27 marco 2013. http://mariasolaeche.wordpress.com/2012/10/09/ida-gramcko-dejame-suspendida-en-el-espacio-entre-los-vientos-firmes/

 

Por Libia Kancev D.

Caracas, 28 de marzo de 2013. 

 

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