lunes, 22 de abril de 2013

SEIS POEMAS DE WALLACE STEVENS

Wallace Stevens 




                                        
Trece maneras de mirar a un mirlo
1

Entre veinte cerros nevados
lo único que se movía
era el ojo de un mirlo.
2

Yo era de tres pareceres,
como un árbol
en el que hay tres mirlos.
3

En el viento de otoño giraba el mirlo.
Tenía un papel muy breve en la pantomima.
4

Un hombre y una mujer
son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
son uno.
5

Yo no sé si prefiero
la belleza de las inflexiones
o la belleza de las insinuaciones,
si el nido silbando
o después.
6

El hielo cubría el ventanal
de cristales bárbaros.
La sombra del mirlo
lo cruzaba de un lado a otro.
La fantasía
trazaba en la sombra
una causa indescifrable.
7

Oh, delgados hombres de Haddam,
¿por qué imagináis pájaros dorados?
¿No veis cómo el mirlo
anda entre los pies
de las mujeres que os rodean?
8

Conozco nobles acentos
e inevitables ritmos lúcidos;
pero también conozco
que el mirlo anda complicado
en lo que conozco.
9

Cuando el mirlo se perdió de vista
señaló el límite
de un círculo entre otros muchos.
10

Al ver mirlos
volar en la luz verde,
hasta los charlatanes de la eufonía
gritarían agudamente.
11

Viajaba por Connecticut
en un coche de cristal.
Una vez le entró el miedo,
por haber confundido
la sombra de su equipaje
con mirlos.
12

El río se mueve.
Estará volando el mirlo.
13

Toda la tarde fue de noche.
Nevaba,
iba a seguir nevando.
El mirlo se detuvo
en la rama del cedro



Versión de Raúl Gustavo Aguirre
El movimiento Poesía Buenos Aires, 1950/1960
Buenos Aires, 1979







Del mero ser


La palmera al final de la mente,
pasado el último pensamiento, se eleva
en la decoración de bronce,

un pájaro de dorado plumaje
en la palmera canta, sin significado humano,
sin sentimiento humano, un extranjero son.

Sabes entonces que él no es la razón
que nos hace felices o infelices.
Canta el pájaro. Sus plumas brillan.

La palmera se alza al borde del espacio.
El viento pasa lento por las ramas.



El plumaje del pájaro, forjado a fuego, queda colgando.

Poemas Tardíos Traducción Daniel Aguirre.

Edt, Lumen. Barcelona, 2010








El vaso de agua

Que el vaso en el calor se fundiría
Y que el agua en el frío se volvería hielo,
Demuestran que este objeto es tan sólo un estado,
Uno de muchos, entre dos polos.
También lo metafísico posee esos dos polos.

El vaso está en el centro. La luz
Es un león que ha bajado a beber. Allí,
Y en ese estado, el vaso es una charca.
Tiene rojos las garras y los ojos
Cuando la luz desciende a humedecer su quijada espumosa.

Y en el agua se mueve la cizaña arrancada.
Y allí y en otro estado –los reflejos,
La metaphysica,  la zona plástica de los poemas,
Estallan en la mente. Pero, gordo Jocundo,
Que no te inquieta el vaso sino el centro.

En el centro de nuestras vidas, este tiempo y día,
Es un estado, primavera entre políticos
Que juegan a las cartas. En un pueblo de indígenas
Uno quisiera descansar. Entre perros y estiércol
Seguiría luchando con las propias ideas. 



                                                                     


La casa estaba en silencio y el mundo en calma

La casa estaba en silencio y el mundo en calma.
El lector convirtióse en el libro; y la noche estival

Era como el ser consciente del libro.
La casa estaba en silencio y el mundo en calma.

Las palabras fueron dichas como si no hubiese libro,
fuera de que el lector inclinado sobre la página

deseaba inclinarse, deseaba ser
el erudito para el cual su libro es real, para el cual

la noche estival es como una perfección del pensamiento.
La casa estaba en silencio porque debía estarlo.

La quietud era parte del significado, parte de la mente:
el acceso a la perfección de la página.

Y el mundo estaba en calma. La verdad en un mundo en calma,
donde no existe otro significado, él mismo

es calma, él mismo es verano y noche, él mismo
es el lector inclinándose hasta tarde y leyendo allí.







Humanidad hecha de palabras

¿Qué seríamos nosotros sin el mito sexual,
el humano ensueño o el poema de la muerte?

Castrados en un amasijo hecho de luna. La vida consiste
en proposiciones acerca de la vida. El humano

ensueño es una soledad en la cual
componemos estas proposiciones, desgarrados por los sueños,

por los terribles sortilegios de las derrotas
y por el miedo a descubrir que derrotas y sueños son uno.

La raza entera es un poeta que escribe
las excéntricas proposiciones de su destino.







Estudio de dos peras

                                                                              

I
Oposculum pedagogum.
Las peras no son violones,
desnudos o botellas.
No se parecen a ninguna otra cosa.

II
Son formas amarillas
compuestas de curvas
combándose hacia la base.
Son toques rojos.

III
No son superficies planas
de curvados perfiles.
Son redondas,
ahusadas en el vértice.

IV
Tal como están modeladas
hay porciones de azul.
Una tiesa hoja seca cuelga
del vástago.

V
El amarillo resplandece,
brilla en distintos amarillos,
limones, verdes y naranjas
que florecen en la piel.

VI   
Las sombras de las peras
son burbujas sobre el verde mantel. 
Las peras no se ven
como el observador quiere.


Wallace Stevens (1879-1955). Poeta estadounidense. En 1955 ganó en Premio Pulitzer de literatura.




Caracas, 22 de abril de 2013.









lunes, 15 de abril de 2013

NARRATIVA VENEZOLANA DEL SIGLO XXI: Otros relatos de Enza García Arreaza

Enza García Arreaza 




“Ya encontré el amor, ergo, ya encontré el sufrimiento. Creo que nunca voy a curarme”

“Pensar dolía más que nada”

“A  tu edad deberías saber que la noche no admite máscaras”

“Los sentimientos, en su forma más íntima, son mudos y universales”

“Los alaridos desgarraban las estrellas y las lágrimas de todo el universo estaban allí”

“Siempre queda una pregunta triste por dentro”

Cállate poco a poco (2007) de Enza García Arreaza (Puerto La Cruz, 1987), se trata de un conjunto de relatos de esta joven escritora venezolana que ya tiene varios premios literarios en su haber.

Con Cállate poco a poco, Arreaza gana el V Concurso para autores inéditos de Monte Ávila Editores. 

Haremos un pequeño resumen de cada uno de los relatos, destacando un elemento, cuando se presente, que ha llamado nuestra atención desde que leímos el anterior libro de relatos de Arreaza. Se trata de El bosque de los Abedules (2010) y que tiene que ver con cierta postura que denota una “posición” de rechazo, crítica brutal o, simplemente “borrada por ausencia”, de la figura materna, también un realce de la figura paterna. 

Dicho tema, cuyo interés surgió en el marco de un seminario sobre “feminismo”, nos parece que merece un análisis. Aún así, queremos señalar que la temática abordada por Arreaza tiene otros puntos de interés como lo social y lo político que sacude a nuestro país en la actualidad. Es palmario que Arreaza no muestra indiferencia ante los mismos.

Ahora bien, entendemos que hacer resúmenes de un cuento, relato, novela, etc., puede parecer a algunos, sin importancia. No obstante, el índice de lectura en Venezuela (que no hay índices) es, según se afirma, bajo. Por lo tanto, una sinopsis para algo podría servir… Pero no se trata sólo de eso sino que se  intenta un análisis, se trata de obtener las diversas aristas a las que el texto pueda conducirnos.

Empecemos, entonces con:

“Ángeles goliardos”. Epígrafe del Carmina Burana. Narra la historia de la relación de una joven y un hombre mucho mayor: Isabel y Adriano. Isabel le cuenta –en un bar- sus antecedentes masturbatorios y su gusto, desde muy pequeña, por hombres de mayor edad, pero, aunque Adriano parecía amarla  tenía otra relación y, en un momento que éste va al baño y que su teléfono vuelve a repicar -Isabel sabe de quién se trataba-, decide marcharse “Por eso prefirió pararse antes de que Adriano regresara a la mesa. Quería llegar sola a su casa para mirar cómo la basílica adusta [“que vigila el horizonte frente a su casa” (5)] permanecía indiferente a los juegos de la fortuna” (12).

El relato muestra intertextualidad, como en otros de Arreaza, más notable aún en El bosque de los Abedules. El tema de relaciones íntimas entre una niña y un adulto no es infrecuente en esta autora como tampoco el de las relaciones incestuosas.

El tema de la crítica hacia la madre, hacia otras mujeres también está presente “”…maldice a su mejor amiga…y a su madre, que una vez le rompió la frente tratando de lastimar al padre” (5).

“La gente que vive al lado”. Con epígrafe de Nietzsche que optamos por citar: No existen fenómenos morales sino explicaciones morales a los fenómenos.

Este relato es la historia de relaciones incestuosas que se repiten. El narrador es omnisciente. Una joven, Camila, había sido violada en la infancia por su padre (Damián). Ese acto había sido sorprendido por un joven, llamado Enrique, quien agredió a Damián por su conducta. Años después, tenemos a la joven Camila, neurótica y con la tristeza siempre a flor de piel, con 20 años, viviendo en un apartamento con Enrique que tenía como 40 y hacia un doctorado. La joven estaba enamorada de él y él también aunque éste evitaba tener contacto con ella pero, más temprano que tarde, mantenían relaciones sexuales. Podríamos afirmar que Camila y Enrique se amaban. Luego, nos enteramos que eran hermanos. Enrique, dominado por la amenaza de la vejez,  le dice a Camila “Has tenido razón todo el tiempo. –¿En qué? [preguntó Camila]…-En el olvido, Camila. Es hora de olvidar que somos hermanos…” (22).

Por otra parte, se nos dice que la madre había muerto cuando Camila era una niña y otro aspecto es que, ante la violación del padre “Camila no recuerda haber sentido rencor,…” (15).

“Pausa entre fotografías”. En siete líneas, Enza García, nos describe la terrible tristeza de una niña por la que nadie se preocupa. La niña deja “rodar su cabeza, la pisoteó hasta que la vio rota y ya las lágrimas no pudieron recordarle cuál era su nombre” (23).

“Dios no trabaja de noche”. Con un sentido epígrafe de Truman Capote. Este texto nos narra la experiencia de una mujer abandonada por su esposo (quien se va con una mujer más joven “una alumna de la universidad” (26)). En su desolación, empieza a actuar, literalmente, como una prostituta. En realidad, pensaba en suicidarse. Una noche fracasada “-Me han rechazado dos veces en lo que va de noche…” (26) entra a un bar donde conversa con el dueño, inmediatamente éste la ve como candidata para trabajar allí. El dueño del bar es gay y estaba pasando por el duelo de un abandono. De pronto, entra en el bar un hombre a quien el dueño describe como la persona con quien pretende sustituir a su anterior amor. Resulta que se trataba del esposo de la mujer. Finalmente la mujer se suicida de un balazo “Se paró y atravesó el salón corroído por una luz fermentada,…Caminó hacia la autopista, en realidad, no era un lugar tan secreto como se dijo al principio. Pidió la cola. Desde lo alto de la montaña se escuchó el disparo…” (29).

El tema de la madre de la protagonista surge aquí nuevamente “-NADIE SE PREOCUPA por los demás. ¿O cómo explicas que tú mamá te rematara a golpes cuando algún marido la dejaba?...” (25)

“Disidencia”. En nombre de las que no han podido decir nada. Ya este epígrafe que parece personal nos advierte una denuncia y, en ese sentido, una forma de defensa (propia) o de otras.
La historia se desarrolla en Puerto La Cruz. Una familia pobre: la madre, Maira; Luis (11 años), Yuli (9 años) y Yeni (6 años). Luis tiene diarrea y “Le dolía la barriga con un contundente frío que le limaba los huesos” (31).  La pareja de Maira, Omar (¿padre o padrastro de sus hijos?) no está en “casa”. La madre debe llevar a Luis al ambulatorio más cercano pero tiene miedo,  sabe “que a esas horas [once y media de la noche] los choros no perdonan ni recuerdan que alguna vez tuvieron una madre. Y no tiene plata y también hace frío” (31), además, teme dejar solas a sus dos menores hijas, sin embargo, no tiene alternativa “Acuesta a las niñas, las besa, no siempre las besa pero había que hacerlo, y cierra con llave la puerta del rancho…Corre con Luis hacia el ambulatorio, a ver si lo atienden en la taguara esa que tienen por ambulatorio en el barrio” (32).

Pero la historia trata, especialmente, sobre las niñas que se han quedado dormidas. Al poco tiempo, José, de 26 años entra por el techo al rancho. Lastimosamente, “Maira lo había advertido cuando salió con Luis y no le gustó la casualidad. Es como quien ve una culebra cerca de un pollito” (33).

José viola a Yuli “Le abre las piernas y la encaja en su miembro inflamado y la agita muy, muy rápido. Yuli no puede sino gritar, la garganta se ha liberado…” (33). José se fue como si nada. Luego, “Un hospital, una operación, suturas, sopas. Yuli no podría tener hijos” (34). A los pocos días, los vecinos hallaron a José, lo lincharon y tiraron su cuerpo a una quebrada.

La narradora nos “comenta” que la misma mañana de los hechos, Maira había quedado preñada del dueño del abasto, es decir, tuvo otra hija, Yorgeliz. Cinco años después, es Yeni quien tiene diarrea. Maira le pide a Yuli que cuide a su hermanita para, finalmente, describirnos una escena donde Yuli, le mete los dedos en el ano a su hermanita “Eso le causaba gracia a Yuli. Tenía que ver con un sueño que siempre tenía donde un tornillo se empeñaba en entrar a la fuerza en una tuerca que era mucho más chiquita” (35). Imagino a cualquier psicólogo(a), o psiquiatra explicando las razones del acto de Yuli o de su sueño, aunque la niña (ya adolescente) jamás tenga la opción de ser vista o tratada eficazmente por alguno de ellos.

Este relato no carece de otros elementos: sociales (pobreza, ignorancia), también de acerva crítica política. Definitivamente, denuncia En nombre de las que no han podido decir nada.

“Aquellas fotos de enero”. Con epígrafe de Pedro Salinas. Tres páginas resultan más que suficientes para mostrarnos la calidad de la escritura de García Arreaza: Una joven (menos joven) recuerda su primera experiencia sexual (y, tal vez, su primer y gran amor): “LA SANGRE corrió por mis piernas” (37). Relato potente, lleno de sensibilidad. El hombre con quien compartió la experiencia la trató con dulzura, limpió sus piernas y ella desea recordar “si besó mi vientre, pero tal vez no lo hizo, sólo me limpió despacio, con la sabia paciencia con la que una madre asea a un hijo” (39). El recuerdo no es fugaz sino que parece reiterarse y siempre con profundidad. Concluye el relato haciéndonos saber la narradora que, el hombre estaba sentado en un banco en la plaza frente a la vivienda donde ella vivía: “Es que solía ser un muchacho con bastantes tácticas, por eso no sé qué hace allí entre las hojas moribundas sobre un banco de concreto, mirando hacia mí” (39).

En “Cállate poco a poco”, (con epígrafe de Federico Vegas) se nos ofrece la historia de una joven adolescente, Juliana, que vive con su madre Luzmila (quien asistía a una Iglesia Evangélica) y su padrastro Pastor (alcohólico e infiel a Luzmila). La joven “sufre” los embates propios de la adolescencia, entre ello, el del deseo sexual, en este caso estimulado por un hombre mucho mayor que ella, llamado Roberto Zuloaga que “vivía en el edificio de al lado” (41). Roberto es “Desempleado del sector universitario…es de esa clase de hombres que no puede adecuarse a la logia de la academia…y cree que todo el mundo se reduce a una estupidez que trabaja despacio por la continuidad impenitente de la Historia” (41). Él se siente fuertemente atraído por Juliana. Ella tiene miedo del dolor que el acto sexual puede acarrearle (además no quiere que le pase como a su madre, madre soltera) pero, un día, Roberto la invita a su apartamento y el intento de hacer el amor se quedó sólo en intento pues ella estaba tensa y él, por su parte, no tuvo erección. Juliana se levantó de la cama, se vistió “y le dijo con una risita burlona que quizás ya estaba muy viejo para esas cosas” (49).

“Cállate poco a poco” tiene, varios elementos interesantes de analizar, sin embargo, hay uno que queremos destacar: se trata de la “forma” como Juliana se refiere a su madre: “Juliana sólo puede sentir pena por su mamá: lo único que hace, además de cocinar y dejarse rellenar como un pavo en diciembre, es…” (41). Otra cita: “Ella necesitaba respuestas. Quería entender a su madre, que era muy distinta por la noche, cuando a Pastor le daba por dormir en casa, entender a las mujeres de la televisión que ganaban el amor de todos con un par de tetas nuevas,…” (44).

Este tema, la crítica a la madre y  a las mujeres en general no es nuevo en los libros de García Arreaza. En un planteamiento muy simple, podríamos decir que la autora “refleja” su malestar constante sobre el comportamiento pasivo de las mujeres ante una sociedad notoriamente patriarcal.

“Jaula para felinos”. Relato de reflexión de una joven que pasa años de amante con un hombre casado. Comienza con la expresión “ODIO ESPERAR” para, de seguida, pasar a enumerar todo lo que Javier, el amante, la ha hecho esperar “Creo que envejecí más de diez años siendo su mujer…Tener veinte años para dedicárselos al primer ejecutivo güevón que me llevó a pasear, lejos de ser una victoria inconfundible, me condenaba al exilio. En mi casa no me querían: Aquí no se reciben putas” (51). Luego, la mujer lo dejó y en su casa la aceptaron los días de Navidad pero sin derecho a recibir regalos.

“Bailando en el agua”. En este relato, un hombre llamado Javier, recién viudo, escribe un texto –en su última tarde-  sobre una niña-joven llamada Edith Gilson que, a los tres días de nacida queda huérfana de madre, la cual se suicidó. La niña, bajo la tutela del abuelo materno que la maltrataba, vive en una casa, donde  hay una puerta cerrada, y de donde procede una voz que le pide auxilio.

La niña guarda, en secreto, una foto del padre (Ezra Sonnenchine) que era judío y sueña con que él  vendrá a buscarla. Lo disculpa por no haber estado con su madre “Sé que no lo hiciste a propósito… [pero] ojalá no me hubieras dejado aquí” (54). Piensa que seguramente nunca supo que había dejado embarazada a su madre. En un tiempo que el abuelo sale de viaje, la niña decide entrar al cuarto misterioso y descubre que su abuelo tenía un nombre falso y que realmente era alemán y nazi. El descubrimiento fue muy impactante pero Edith no lo reveló sino años después a Javier, nunca a su abuelo. Recordemos que es él quien escribe la historia. Al final de la narración, el abuelo se suicida al encontrar la foto que Edith tenía de su padre. El abuelo llegó a decir que “otra vez ese maldito judío le había robado el amor” (60). Javier, el narrador, también se suicida y piensa que Edith no podrá impedir que él se corte las venas “mientras escribo para mí mismo el final de la última historia que me contó: Edith mandó a incinerar el cuerpo de André (el abuelo) y echo las cenizas en la poceta” (60).

En realidad, “Bailando en el agua”, junta dos momentos o dos historias, la de Edith y su abuelo y la del propio Javier. Hemos dicho que Javier era viudo, tal vez era viudo de Edith.
Señalamos que, otra vez, aparece una madre ausente, muerte por suicidio. La figura del padre es valorada.

“Ratones en el Ling Nam”. La autora dedica el texto a Rodrigo Blanco Calderón. Agrega: Aunque después digan de mí lo que dicen de él.

Relata un encuentro con Rodrigo “Sólo digo que Rodrigo estaba allí en la mesa pero con  los sentidos en otra parte, tal vez disertando sobre el futuro de todos nosotros. O escuchando a los ratones que también tienen sacramentos, a los kamikazes que aman el producto lácteo y el sopor de correr entre la gente, a sabiendas de que los odian” (61-62). La narradora señala que Rodrigo se fue y ella no pudo decirle que se había robado su pregunta robada, (tomó la servilleta donde este la había escrito). La pregunta era”¿Qué hay detrás de la ventana? (61). Al final, la autora señala algo que podría formar parte de su “arte de escribir prosa” “Suelen pasarme muy pocas cosas vivas para contar, por eso voy cazando las migajas de las carretas que van pasando frente a mí”. Quedé triste. (62).

“Los da(r)dos de la ninfa”

La narradora nos cuenta sobre Adriana, una compañera de estudios que ella fue la única en aceptar. Adriana tenía como única reminiscencia infantil, haber visto un cadáver a los cinco años. La joven consumía drogas y lucía perdida muchas veces. Este relato nos parece un tanto extraño, tal vez muy cargado de filosofía sobre la vida de la juventud inmersa en desesperanza.
Hay en él, menciones despiadadas a la madre de Adriana por parte de ella misma. También connotaciones políticas.

“El mar es un misterio”. Con epígrafe de la extraordinaria escritora brasileña Clarice Lispector. Texto corto que condensa un drama familiar, producto de X cantidad de motivos de todo orden (para no escribir: sociales, culturales, económicos, políticos, etc, etc, etc.). Un papá, Luis, sabe que su hija de dieciséis años se irá con un hombre llamado Ronny, un “maldito cara e`verga” (71). La joven ya se había hecho un par de abortos “a pesar de que temía dormir en lo oscuro” (71).

Ronny la va a buscar y la joven accede, regresando en la noche por sus pertenencias. El padre hace lo posible por impedirlo, le dice “Ese hombre es malo…Ese hombre te va a joder la vida” (72). La joven se enardece contra su padre y Ronny se va pero sólo el tiempo suficiente para ir a buscar a un compinche apodado el Vitico. Ronny le dice a la joven que se monte en la moto “y cuando quiso mirar por última vez a su padre…el Vitico desenfundó siete balazos en la voz que no tuvo tiempo de repetir `ese hombre te va a joder la vida`” (72).  ¿Qué pensó la joven en ese instante?. Nunca lo sabremos.


Textos citados

García Arreaza, E. Cállate poco a poco. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas. 2007.


Por Libia Kancev D.

Caracas, 15 de abril de 2013.

martes, 9 de abril de 2013

IDA GRAMCKO

Ida Gramcko 

“ [El] Espacio es puente en que las cosas traban/
su antigua relación y su embeleso./

Ida Gramcko en su juventud 



























Ida Gramcko: (Puerto Cabello, 1924-Caracas, 1994): poeta, filósofa, ensayista, dramaturga, cuentista, periodista, profesora universitaria. Sus padres fueron: Enrique Gramcko Brandt y Elena Cortina de Gramcko.

En 1939, los Gramcko se mudan a Caracas, estableciendo su vivienda en el Paseo Los Rosales. En 1948 es nombrada embajadora en la Unión Soviética (durante el gobierno de Rómulo Gallegos). En 1968, egresó como Licenciada en Filosofía de la  Universidad Central de Venezuela (UCV)  y llegó a ser profesora de la misma Institución en la cátedra de Literatura, también de la misma asignatura en el Instituto Pedagógico de Caracas (IPC)  y de Filosofía en el Centro de Arte Gráfico (CAG).

En los años ochenta, dicta talleres de poesía en el Celarg (Solaeche).
Ida Gramcko no formó parte de ningún grupo literario en particular, pero acostumbraba a reunirse con su hermana Elsa, el esposo de ésta, Carlos Puche, Elizabeth Schön, Antonia Palacios, Alfredo Silva Estrada, Sonia Sanoja y Roberto Guevara: “Las peñas se dan en casa de Antonia, Elizabeth o de Elsa. Sin embargo, `los encapillados` se fueron disgregando. Muchos emigraron a París y siguieron sus reflexiones por carta” (Bustamante Lectores en la red.).

Tiempo después, la poeta empieza a frecuentar los cafés de Sabana Grande,  acompañada por amigos como Oswaldo Trejo, Silva Estrada, William Niño, Sonia Sanoja y otros (Bustamante).

En 1985, muere su único compañero de vida, el periodista español, José Domínguez Benavides, apodado “Bena”. En 1994, muere su hermana Elsa. Ambas muertes fueron muy sensibles para Ida.

Dentro de los premios recibidos por su labor literaria se cuentan: el premio de la Asociación Cultural Interamericana”, con el libro Umbral (1941), el premio “José Rafael Pocaterra” en Poesía (1961); el premio Municipal de Poesía (1962) y  el Nacional de Literatura (1977),  entre otros reconocimientos.

En 1959, la poeta padece un “quiebre” psíquico que, al parecer, ya no la abandonaría.

Entre sus obras poéticas están: Umbral (1941-2); Cámara de Cristal (1944); Contra el desnudo corazón del cielo (1944); La Vara Mágica (1948); Poemas (1952);  Poemas de una psicótica (1964); Lo máximo murmura (1965); Solo y soledades (1966); Este canto rodado (1967, prosa y poesía); Salmos (1968); Los estetas, los mendigos, los héroes (1958-1970); Sonetos del origen (1972); La andanza y el hallazgo. Antología (1972); Quehaceres, conocimientos, compañías (1973); Salto Ángel (1985); Obras escogidas (1988); Treno (1993).

Gramcko tuvo gran influencia de las lecturas del Siglo de Oro español (Solaeche).

El universo temático de esta autora incluye a: el sueño, la angustia, la paz, la muerte, la fe, la esperanza, la totalidad,  los niños desvalidos.

Recepción de su obra: realmente desde muy joven, Ida fue reconocida como poeta. Cuando apenas tenía trece años, llegó a publicar poemas en  periódicos regionales como El Unare (Zaraza) y El Carabobeño (Valencia). Utilizó el seudónimo de Diana del campo. Con 16 años, Andrés Eloy Blanco, “asombrado por su dominio del lenguaje”, le dedicó un poema titulado “Lamento y gozo del destino lírico”, como preludio de lo que sería su carrera (Bustamente).


No tenemos a mano, “Lamento y gozo del destino lírico” , sin embargo, tuvimos la ocasión de escucharlo y realmente, dicho poema, no sólo refleja lo que sería la grandeza poética de Gramcko sino la finura perceptiva de Andrés Eloy Blanco.  


Con el poemario Vara Mágica, Gramcko logra la admiración de Don Mariano Picón Salas. En la Vara…, la autora reflexiona sobre las relaciones entre historias infantiles, y es traducido al francés y al ruso (Solaeche).

Dentro de otros pronunciamientos críticos en relación a la poética de Ida Gramcko, tenemos las posturas de:

Alfredo Silva Estrada (1933-2009)  quien, en el prólogo de las obras escogidas (1988) de Gramcko escribió:

Esta orfebre, esta artesano exuberante, esta arquitecto del lenguaje, esta tejedora agilísima trenza y destrenza, entreteje conceptos, pensamientos, sentencias, definiciones primigenias, imágenes, metáforas, símbolos, integrando discursos insólitamente ritmados, construcciones únicas dentro del panorama de nuestra más alta poesía (…) La poesía de Ida Gramcko supone, fiel a su fundamentación conceptual, una violencia sobre la realidad, sobre las apariencias: irrupción abrupta, sacudimiento de lo real, ensanchamiento de mundos (ctd en Solaeche).

Por otra parte, Luis Alberto Crespo (Carora, 1946) escribió “[Ida Gramcko]  la gran dama del verbo poético, la gran dadora del más alto brillo verbal” y agregó, también él ,en un “estilo” profundamente poético:

Si la inteligencia, si el orden y la vigilia, que dispensara a la creación poética, le negaba siquiera el destello de un vocablo, una sílaba que la avisara de algún precario reino en el decir, no importa cuánta palabra pudiésemos tardar en nombrar la muerte, entonces, callar con tierra en la boca, con oscuridad de afuera y de adentro, es casi –¿quién lo objetaría?– una efeméride o una fiesta triste (Letras ccs).

Mientras que, Rafael Arráiz Lucca (Caracas, 1959) expresó:

Poesía que surge como de los pantanos del delirio y busca la difícil claridad, pero no a través del conducto de la claridad misma, sino del intrincado crucigrama del caos y de las palabras. Experiencia de la oscuridad en la aventura de la búsqueda de la luz (ctd en Solaeche). 


Veamos algunos poemas de Doña Ida Gramcko:


ATIENDA AQUEL QUE DIJO


hallar dicha y sosiego
en un sueño beatífico y tranquilo;
atienda a lo que digo y lo que creo.
¿Sabes, nocturno amigo,
a qué cosa en verdad llamamos sueño?


Habla sobre “hallar dicha y sosiego” en un sueño. Pide ser escuchada en lo que dice y cree. Y pregunta sobre lo qué es realmente el sueño.

Atiende, hermano mío,
sin pena y sin recelo,
yo, que he soñado, yo, que no he dormido,
te pregunto sin voz desde mi lecho:
¿crees que el sueño protege del abismo, 
rescata del asalto y del incendio? 


En paradoja, expresa la poeta que ella ha soñado aunque no ha dormido.
¿Será el sueno una protección contra los males?

Yo, soñadora inmóvil, no he creído 
en mi rostro apacible cuando duermo. 
Lucho soñando, sórdida, conmigo, 
con un pájaro extraño, con el viento,
con un agudo y afilado pico 
que me horada las sienes y el cerebro 
y dejo sangre en el cojín y heridos
flotan ardiendo, aullando, mis cabellos.


La poeta tiene sueños terribles y, por ello, no puede creer en su “…rostro apacible…” cuando duerme. Sueña “con un pájaro extraño,…/ con un agudo y afilado pico/que me horada las sienes y el cerebro”/. Y el sueño se constata con una descripción alucinacinatoria ”y dejo sangre en el cojín y heridos/ flotan ardiendo, aullando, mis cabellos”/

Soñador y sonámbulo es lo mismo.
Se va entre nieblas, huérfano.
¿Quién hiló las almohadas? ¿El olvido?
La mano movediza del recuerdo
con un sombrío ovillo
y tejió la crisálida del lienzo
con una larga víbora de lino
que se enrosca en el alma y en el cuerpo.
Atienda aquel que alguna vez me dijo
hallar quietud seráfica en el sueño;
atienda a mi creencia, a mi pregunta, 
que es la de todo soñador despierto. 


Critica a quien alguna vez le dijo que el sueño era tranquilizador

Creo en mi corazón, su llama oculta 
bajo las sábanas, ardiendo. 
Creo en mi sangre muda 
corriendo como un río del infierno. 
¿Cree alguien en la calma de las tumbas, 
en la paz de los muertos? 
Quieren creer... ¡No lo han creído nunca! 
Descansa en paz, sólo es un gran deseo. 
Descansa en paz, pero la paz no escucha;
descansa en paz, pero el descanso es ciego. 
La muerte, insomne, mira hacia la lucha 
y el sueño es el más íntimo desvelo. (Solaeche Ida Gramcko…).

Se expresa aquí una tremenda angustia. La poeta no duda de lo que siente, de lo que cree “ver” y piensa que no hay descanso. Interroga: “¿Cree alguien en la calma de las tumbas/ en la paz de los muertos?” Y agrega  ”Quieren creer…¡No lo han creído nunca!”/. No cree que haya posibilidad de descanso, decir “Descansa en paz, sólo es un gran deseo.”/ El sueño para nada resulta tranquilizador. No hay salida para la angustia. 

(Poemas, 1952).

CEMENTERIO JUDÍO (PRAGA)

El orden sufre, lo transido acaba,
todo está en blanco, en doncellez, suspenso,
todo está en ave en formación, en ala
aún no rendida a la embriaguez del viento.


Expresa la poeta que, el orden es sufriente y lo metaforiza en la formación (ordenada) de las aves, de una ave, cuyo movimiento de su ala no se altera por los vaivenes del viento” todo está en ave en formación, en ala/ aún no rendida a la embriaguez del viento”//


A la impaciencia virginal que aguarda
le va creciendo en derredor un lecho
nacido entre residuos que trabajan 
con trizaduras de ámbito y de cuerpo.
Destino manifiesto en amenaza,
flecha que se dispara desde un resto.
El yo, en caída vertical, señala
un nuevo rumbo entre su añico recto.


Una “impaciencia virginal” parece tener un destino oscuro.

La sombra de una faz entra en el alba
como en un rostro sin tocar y abierto.

La nueva cuna se descubre en lápida
que mece un canto maternal, terreno.
maternidad primera y subterránea
labrando el fruto en el hervor del hueso,
madre cautiva y tutelar que engaña
cubriéndose el jardín con un desierto
de vida individual que luego salva
del hombre, del sepulcro y del espectro.
Madre profunda que los nombres cambia
y toca un surtidor en un cabello,
y dice lluvia cuando ve una lágrima
y llama rosa a lo que fue un cerebro.
Cuando yo digo: falta,
ella pronuncia: acervo.


¿Una madre que perdió a un hijo pero que lo conserva en su memoria o en sus actos cotidianos como una forma de seguir adelante?


Si un hombre besa rostros que se apagan,
besando está lo personal, lo muerto,
pero ella esquiva rostros como máscaras
y se dispone al infinito beso,
aquel que liga el coágulo y la savia
en primitivo y cálido concierto.


“Si un hombre besa rostros que se apagan,/ besando está lo personal, lo muerto,”/. Un hombre que besa un rostro apagado, es como besar algo muerto pero, la mujer no está muerta sino que utiliza máscaras.

Bajo los pies no hay muerte sino entraña,
arcilla en gestación y advenimiento
de nueva flor que antes de abrir prepara
y nutre abajo el despertar enhiesto.
El cráneo ya no lo es sino sustancia, 
pierde un escombro su sentir deshecho, 
juntos coinciden en la comba, irradian
la misma luz de anillo en el encuentro.
Crece la comba en globo, planetaria,
de la ascendente gravidez, y el cielo
mira la tierra maternal que agranda
hora tras hora el círculo y el huevo
donde se empolla un hombre con su larva
como si fuera un mínimo lucero.


En la tierra hay “entraña”. Cosas por aparecer que antes se preparan bien “arcilla en gestación y advenimiento/ de nueva flor que antes de abrir se prepara…”/ El cráneo (¿del niño muerto?) se transforma en sustancia y la alegría obtiene un punto a su favor “El cráneo ya no lo es sino sustancia, /pierde un escombro su sentir deshecho,”/  y se abren las posibilidades de un renacer estableciéndose un símil entre ese renacer, la maternidad, la vida en La Tierra.

"Este era un hombre. Concluyó." Y no basta.
El epitafio culminó en recelo.
Su historia avanza en árbol y en fragancia.
El hombre nunca dijo: aquí me quedo.
Dijo: aquí dejo mi emoción exhausta 
como una rosa ajada sobre el fuego.
Aquí, ante el muro gris, frente de nada
o acaso de inasible pensamiento,
la certidumbre corporal se exhala
en torno, indefinible, como incienso.
Contorno movedizo que se apaga,
brasa quemada en último arabesco.


Pero el hombre (que a futuro sería) no sólo se quedó en esa tierra, se expandió ”en torno, indefinible, como incienso /Contorno movedizo que se apaga,/brasa quemada en último arabesco.”/

Ya no sustenta este perfil que horada
aún como ayer la brisa sin sustento, 
ya no conforma la invisible llaga
que abren las uñas en el aire abierto,
defensa de una carne que me clava
erecto sobre el túmulo indefenso.
Ya no hay consuelo en la visión esclava
de una mirada que flotó en lo incierto:
formas transidas de ansiedad, mortajas
con que vestí de humanidad mi aliento.

¡Este es mi otoño! En vívida cascada
de hoja mortal e inútil, me desprendo.
Hambre de siglos ávidos me aguarda
desde una fosa en terrenal vocero.
No hay nada que explicar. Hay sólo instancia,
ayuno alerta en insistente ruego;
el cuerpo se despide en su migaja
igual que un pan a orillas del hambriento.
Pensar que sólo soy memoria hallada,
tiempo debido a un invisible dueño
que, inédito, en la sombra me buscaba
como una frente lúcida a un recuerdo. 
Siéntome dentro de una inmensa dádiva,
todo el ambiente en torno es como un gesto
de manos extendidas que levantan
y ofrecen mi criatura entre sus dedos.


Se refiere a la muerte en la que el “Hambre de siglos ávidos me aguarda/desde una fosa terrenal vocero/…el cuerpo se despide en su migaja…/Pensar que sólo soy memoria hallada,/ tiempo debido a un invisible dueño”/. Pero, a su vez, hay una alegría, una especie de gozo “Siéntome dentro de una inmensa dádiva,/ todo el ambiente en torno es como un gesto/ de manos extendidas que levantan/ y ofrecen mi criatura entre sus dedos”/

La tierra pide a todo una añoranza
y todo se lo da en remordimiento.
La soledad que por el hombre, ufana, 
devino en gala fácil y ornamento, 
erguida en su erosión como una alhaja
y hallando cofre y mano como cerco,
desaparece en la humildad que exclama
ya en su misión de semen e instrumento:
yo vine aquí como mujer, yo estaba
en mi femineidad como en fragmento.

Hubo una historia enorme con su fábula
para tan pobre y miserable objeto:
el grito de una mano entre la brasa;
notábase el clamor y no el incendio.
¡Ay!: era el hombre, pero el mundo abarca
ese alarido que hoy es más, engendro
de hogueras que se cruzan y avalanchas
de una escalera en caracol, subiendo
alígera, impalpable, entre barandas
de huesos que une un forjador eterno.

Hay sólo un mártir nítido, el fantasma;
cede un prestigio al levantarse un velo,
la pompa del racimo se desgarra
y se desborda el río prisionero.
Veste, para la túnica inmolada
no hay ya el reposo de tu piedra, un ceño
fluye de cada pliegue y se dispara
por cada arruga en manantial disperso. 
Anda la vida libre y sin mordaza
de piel ceñida a un hontanar violento.
Lugar donde nacen manantiales y fuentes:
Espacio es puente en que las cosas traban
su antigua relación y su embeleso.
Continuación feliz de la muralla 
en un semblante atónito y despierto,
fraternidad de la pared y el ansia,
sienes de cal con pájaros adentro.

Dos comisuras se abren, la ventana,
entre las que sonríe el universo.
Una clausura brota como rama
de la que pende un nuevo nacimiento.
Sangra un tumor, la rosa, y se desangra
en carne de otro mundo descubierto. 
Todo retorna en despertar e infancia
como después de un minucioso sueño.
La forma humana, con terror de náufraga,
hoy vuelve, aullando, como un mar devuelto
que alza y remueve el mástil y las anclas
como ávidas raíces en ascenso
dejando atrás los árboles. Y avanzan
barcos llorando lianas en su esfuerzo
hacia la primavera de las aguas.
Surge un saludo, un abanico abierto.
Mana una fuente en ascensión confiada
a quien la muerte le rindió el silencio.
Capullos de olas se abren sin nostalgia
sobre ondas de un teclado resurrecto.
Sin ruido va el fragor, entre alborada.
La aurora siempre es un callado estruendo.



Luego, tenemos un poema sin título:

Lo máximo murmura
Si he sido fiel al colmo compartido
de lo divino, si desamparada
el amparo esencial he mantenido
esta máxima y diáfana morada;
si en el dolor, de su inmutable nido
_colmena de una miel honda y dorada
donde brilla, lejana del sentido,
luz de esencial y única alborada_
no dudé y su fervor he sostenido
pese a estar triste, pese a estar turbada
por el miedo a la duda, y si he sentido
lo total, padeciendo más callada,
si me alcé sobre el grito y su estallido
como entera confianza delicada,
si no he visto y en lo único he creído
y soy la fe más bienaventurada,
¿puedo esperar lo que yo anhelo? Pido
sabiendo que mi voz será escuchada,
como se escucha un manantial sin ruido.
En esta unión altísima y sagrada
se oye la claridad y no el sonido,
se escucha el resplandor de la cascada.

Poemas de una Psicótica

Poema inmensamente triste. La poeta no duda de que obtendrá alivio “no dudé y su fervor he sostenido/ pese a estar triste, pese a estar turbada/ por el miedo a la duda, y si he sentido/lo total…”/ Tal vez, la poeta no duda de que sanará, bajo una  creencia religiosa. Por otra parte, ese no dudar, eso total es característico de la enfermedad psicótica. La poeta pide “…sabiendo que mi voz será escuchada,”/, sin embargo, “como se escucha un manantial sin ruido./. Concluye el poema con unos versos que traducen imágenes sinestésicas, en este caso, la mezcla de la audición con la visión y no con el propio sonido y luego se “oye” una visión “se oye la claridad y no el sonido, /se escucha el resplandor de la cascada”/

(otro sin título))

Quisiera preguntarle a estos rumores
que bullen como alivio, como un ruido
de sedoso aldabón sobre las flores,
si siempre yo he de ser como lo he sido,
capaz de rudos rumbos y rigores,
Si siempre, denso, denso y desvalido,
ha de vivir el alma en alcores
donde cada gestar cuesta un gemido
donde siempre mis ímpetus pastores
conducen un rebaño sacudido
por áspero y oceánicos temblores,
si nunca ya en mi ámbito y mi ejido
podré sembrar remansos, ruiseñores,
que un precio de pasión no hayan tenido.  (Solaeche, Ida Gramcko…)


(Sonetos de origen, 1972)

La poeta quiere saber. Desea preguntar “…a estos rumores/ que bullen como alivio, como un ruido…”/ “si siempre yo he de ser como  lo he sido,/ capaz de rudos rumbos y rigores,/. Quiere saber si su alma vivirá siempre en una colina, donde “cada gestar cuesta un gemido”, donde sus deseos de serenidad estarán alterados “por áspero y oceánicos temblores”, si más nunca podrá tener calma en su espacio, su hogar, para poder “…sembrar remansos,  ruiseñores”/ (¿escribir?) impulsados por una  pasión perenne. 

COMPAÑÍA

Hay niños mudos en el mundo.
Hay niños ciegos en el mundo.
Hay niños sordos en el mundo.
No todos los niños pueden tener palabras, paisajes y
campanas sonando. Entonces, hay que detenerse un momento,
dejar el juego, el balón, el bullicio, y contemplar las
montañas, el mar, el oro del maíz para que se produzca
en nosotros un cálido silencio comprensivo.
Y hay que extender la mano suavemente, colocar un regalo
-no importa la envoltura ni el color del juguete-,
colocar un regalo sedoso o tintineante entre sus manos.
Y hacerlo con ternura. Inventaremos la caricia.
Así, habremos acompañado a esos niños.
(Gramcko, La parada poética)

Quehaceres, conocimientos, compañías (1973)

¿Qué decir de” Compañía”? Sólo se me ocurre: un poema sencillo, que trasmite un extraordinario sentimiento de solidaridad hacia los niños mudos, ciegos y sordos. La poeta propone un hacer que implica la invención de “la caricia” y un “acompañamiento” a esos niños. ¡Nada más y nada menos!

Textos citados

Bustamente, Y. “Ida Gramcko”. Lectores en la red   Web. 5 marzo 2011. 28 marzo 2013. http://lectoresenlared.blogspot.com/2011/05/ida-gramcko.html

Crespo, Luis A. “Ida Gramcko sin palabras”. Letras ccs. Web. 12 nov. 2011. 28 marzo 2013. http://www.ciudadccs.org.ve/wp content/uploads/Letrasccs121111.pdf

Gramcko, I. “Compañía”. La parada poética. Web. 23 marzo 2012. 25 marzo 2013. http://laparadapoetica.blogspot.com/2012/03/ida-gramcko-compania.html.

Solaeche G., María C.,IDA GRAMCKO: “Déjame suspendida en el espacio entre los vientos firmes”. Web.  9 octubre 2012. 27 marco 2013. http://mariasolaeche.wordpress.com/2012/10/09/ida-gramcko-dejame-suspendida-en-el-espacio-entre-los-vientos-firmes/

 

Por Libia Kancev D.

Caracas, 28 de marzo de 2013.